A veces no solo hay que cerrar puertas, hay que dar un buen portazo
Hacemos lo que sea para mantener a nuestro alcance el máximo número de posibilidades. Nos cuesta mucho cerrar definitivamente una puerta, aun cuando ésta nos hace perder el tiempo, no nos lleva a ningún sitio, e incluso nos molesta.
Quién no ha escuchado eso de… “vete siempre dejando las puertas abiertas”.
A mí me lo han dicho en multitud de ocasiones solo porque está instaurado en el manual teórico de la sociedad, pero cuando profundizas en dicha afirmación, me parece que puede llegar a ser contraproducente y atentar contra el progreso y el crecimiento personal. Bajo mi experiencia, a veces, además de cerrarlas, hay que dar un buen portazo para dejar claro que la puerta quedó bien cerrada. Sin dudar.
En este artículo explico por qué. (Artículo también disponible en inglés).
Aversión a la pérdida. No soltar una rama hasta tener otra bien agarrada
Parecemos más cuadrúpedos que bípedos cuando se trata de agarrar ramas y no soltarlas. Según este estudio de Jiwoong Shin y Dan Ariely, estamos dispuestos a pagar un precio simplemente por mantener puertas abiertas o varias ramas agarradas, aunque las opciones no sean especialmente interesantes.
La pregunta que se formula en este trabajo es si una amenaza de desaparición cambia la forma en que las personas valoran esas opciones. En cuatro experimentos con «juegos de puertas», demostraron que las opciones que amenazan con desaparecer hacen que los que toman decisiones inviertan más esfuerzo y dinero en mantener estas opciones disponibles, incluso cuando las opciones parecen poco interesantes. Se muestra que esta tendencia en general es indiferente a la información sobre los resultados, a mayores estímulos y a la relevancia del costo. Se proporciona evidencia inicial de que el mecanismo subyacente a la tendencia a mantener las puertas abiertas es un tipo de aversión a la pérdida en lugar de un deseo de flexibilidad.
El Dr. Ariely dice:
“En el experimento el precio era fácil de medir en efectivo perdido. En la vida, los costos son menos obvios: tiempo perdido y oportunidades perdidas.”
Si a la aversión a la perdida sumamos que la mayoría prefiere alejarse de cualquier tipo de controversia, ya que la controversia genera estrés y el estrés nos incomoda, nos posicionamos en un escenario poco favorable, necesitando agradar a otros para ser aceptados por miedo al rechazo, incluso a costa de nuestros sueños y principios.
Una sociedad miedosa
El miedo es una poderosa herramienta de control de masas. Si quieres pasar un rato terrorífico, enciende el telediario de cualquier cadena.
Los que trabajan tienen miedo a perder el trabajo, los que no trabajan tienen miedo de no encontrarlo. Tenemos miedo por todo, todo el tiempo.
Quién no ha visto al típico compañero criticar al jefe a su espalda, y cuando este aparece por la puerta sus pensamientos pasan a estar más alineados que El Cinturón de Orión. Uña y carne, coleguitas de toda la vida…¡Enga ya!
En este contexto, los que creen que para ser validados socialmente no pueden negarse a nada, acaban siendo manejados, en contra de sus principios, para hacer cosas que realmente no quieren hacer.
Entonces, ¿cómo evitar que la aversión a la pérdida condicione nuestras decisiones?
El termino aversión implica un sentimiento de rechazo o repugnancia. Por suerte para nosotros, los sentimientos a largo plazo son más fáciles de trabajar mediante el control mental que las reacciones emocionales inmediatas y otros caprichos del sistema límbico.
1-Desarrolla una Filosofía de vida mediante principios e ideales
“No deberíamos tener miedo a la muerte, sino a nunca empezar a vivir” – Marco Aurelio
Vivir sin filosofía es como volar sin giro direccional, ni brújula. La mayoría de personas no tiene una filosofía de vida clara. Pasan sus días persiguiendo dinero, un estatus, placeres temporales y evitando las incomodidades. ¿Pero hacía dónde? ¿Cuál es tu rumbo?
Se nos olvidó darle al “Go to” del GPS y además ya no sabemos navegar a la estima….
Nuestra sociedad, en términos generales es esclava de lo inmediato. Nos dejamos distraer por cualquier chorrada para no enfrentar el verdadero problema. Cualquier excusa es buena mientras sepulte a las grandes preguntas: ¿Es así como quiero vivir? ¿Donde estoy es donde realmente quiero estar?
El riesgo de una vida sin filosofía es llegar a nuestro lecho de muerte y darte cuenta que la has desperdiciado.
Adoptar unos principios existenciales nos puede guiar hacia una mayor libertad interior y a una mayor lucidez para encarar los desafíos propios de la vida.
2-Evita ser un bienqueda, reafirma tu filosofía de vida y los ideales que tú mismo has adoptado, no los que te imponen
«Apóyate demasiado en la aprobación de los demás, y acabará convirtiéndose en un lecho de espinas», Tehyi Hsieh.
Actuar en contra de nuestros principios para evitar la crítica es una forma de esclavitud. Nuestra conciencia es más importante que nuestra reputación.
Dejar una puerta a medio cerrar es como dejar una herida abierta. Tenemos que tener claro que tomar una decisión, implica seguir adelante con lo que hemos acordado con nosotros mismos y no debemos tener el vicio de mirar atrás continuamente hacia lo que hemos dejado.
Reafirmarte en tus principios puede parecer poco gratificante inicialmente y a veces incluso injusto. Cuando tus acciones se alinean con tus principios tendrás determinación, con determinación es muy probable que te metas en fregados y acabes cuestionando dogmas e inercias establecidas.
Si te sales del rebaño es probable que generes opinión y como nunca llueve a gusto de todos, inevitablemente tendrás detractores e incluso “haters”. Esto no se puede cambiar sin ser un “bienqueda”, y no debemos sufrir en exceso por lo ajeno a nuestro control, si no queremos pasarnos el día amargados.
A la larga te darás cuenta que naturalmente te has ido separando de las personas que no te representan y te habrás rodeado de individuos de tu tribu, creando vínculos genuinos y un entorno más generativo.
“El objetivo de la vida no es estar del lado de la mayoría, sino escapar del grupo de los insensatos” – Marco Aurelio
3-Haz una concienzuda evaluación de los escenarios que se te presentan
Por lo general, con buena actitud, no hay malas opciones sino malas evaluaciones. Recuerda que los dotados y competentes eligen a las empresas, y no al revés. Evalúa con objetividad y precisión todas las variables, y una vez tomada la decisión céntrate en el presente. Nunca tendrás la certeza de haber tomado la decisión correcta pero sí tendrás la certeza de haber obrado con la actitud correcta y eso, a la larga, pone cada cosa en su sitio.
Muy al hilo de lo mencionado, me encanta este video narrado por Allan Watts – Choice
Este es un ejemplo de mi valoración personal, para dos opciones laborales muy interesantes.
Cada uno tiene su escala de valores y prioridades y como se aprecia es una compleja ecuación de muchas variables.
En mi opinión, simplificarlo todo a la oferta económica, la comodidad y el retorno a corto plazo es un error común y la causa de fracaso o frustración para muchas relaciones laborales.
Primero tenemos que saber qué queremos.
4-No es no. Saber decir que NO
Decir que no sin dar explicaciones es un derecho asertivo. Con un «nop», sería suficiente. O si queremos dotar nuestra respuesta de un poco más de empatía podemos decir un «lo siento muchísimo, me encantaría pero me viene verdaderamente mal».
Los jefes oportunistas suelen tener buen olfato para condicionar a los más débiles. Si se sabe que vives asfixiado por hipotecas y préstamos o tienes otros condicionantes, y además te creas la etiqueta del que siempre dice “sí”, date por perdido. Eres carne de cañón para que “te tomen por el pito de un sereno”.
Otro de nuestros derechos asertivos es el no tener que responsabilizarnos de los demás, lo que no quiere decir que seamos egoístas y no ayudemos al prójimo. Pero si no te ayudas a ti mismo, tampoco podrás ayudar bien a los demás.
Ella no quería, oiga. Martes y Trece, el no y la tentación. Genios.
5-Mantener las formas pero actuando con firmeza y determinación
He escuchado en varias ocasiones que “si pierdes las formas pierdes la razón”, y estoy de acuerdo, en parte.
Ante un desacuerdo, el S.O.P. (standard operational procedure) de la sociedad nos dice que deberíamos ser empáticos por norma general y buscar el consenso, pero en ocasiones, en la vida real nos puede ayudar dar un palmetazo en una mesa de despacho, enseñar un poco los dientes o irnos dando un portazo al ritmo del Fuck you de Lilly Allen. Al fin y al cabo, los jefes ya suelen tener un séquito de followers que les dirán lo que quieren escuchar, de la manera en la que lo quieren escuchar, en el momento en el que lo necesitan escuchar. Algunos líderes, apreciarán la valentía y el coraje necesarios para afrontar ciertas verdades incómodas.
Y es que hay que ser muy estoico para aguantar a ciertos jefes. Demasiado, para mí. Y digo jefe, no líder. Quizás Epícteto o Marco Aurelio conseguirían actuar con coraje, determinación y justicia además desde el perfecto autocontrol, justificando las actuaciones cuestionables de otras personas como producto de la ignorancia o lo que es lo mismo, falta de sabiduría.
Se dice que el amo de Epícteto, mediante tortura llego a romperle la pierna, mientras el propio Epícteto le avisaba de manera calmada, sin expresar dolor o emociones, de que le acabaría rompiendo la pierna. Y efectivamente, se la rompió.
Casi todos tendríamos dificultades en llegar a esos extremos, probablemente no por la gestión del dolor, ni por el miedo, sino por el sentimiento de doblegarse ante una injusticia. Ante determinados escenarios puede asomar el Stoichkov del Barcelona, más que el estoico de Epícteto. El futbolista se hizo tan popular por su calidad y sus goles como por su mal genio, llegando a ser sancionado durante seis meses por proporcionar un pisotón al árbitro. Nos encontramos ante la dicotomía metafórica del elefante y el jinete, lo emocional vs lo racional.
Por más que me guste la filosofía estoica, nunca seré un estoico por completo, y por más que me hiciera vegano (que no lo soy), no dejaría de apreciar un buen jamón ibérico (quizás se inventaría la etiqueta de vegano ibérico 🙂 ). Una vez que encontramos nuestra propia filosofía de vida y nuestra identidad, somos lo que somos, más allá de etiquetas o encuadres simplistas.
En el caso de las formas, entiendo el autocontrol en un contexto más amplio que el aquí y ahora, como la capacidad de controlar tu destino a la larga más allá de mandar a alguien a tomar por c**o puntualmente, siempre cuando tu mente no te ciegue y tus actos sigan siendo dirigidos en parte por el jinete.
Si mandas a alguien a paseo, con gracia y gestionando tus emociones (dominando al elefante), no te tortures y no pienses en una decepción estoica. Esto nos lleva a otro clásico del refranero popular,
“más vale una colorá que ciento amarilla”
Y es que hay muchos tipos de portazos y muchos tipos de vete a tomar por c**o.
No es lo mismo “¡killo vete a tomar por c**o ya! ” que “váyase usted a tomar por c**o”.
Hasta un “vete a la mierda”, con gracia musical, nos puede calar bien hondo.
Un buen portazo es el de Bette Davis en 1952, y en su sentido más metafórico no implica necesariamente una falta de respeto; puede aunar contundencia, determinación, necesidad, elegancia y en el contexto adecuado ante una injusticia o abuso, denota coraje. El coraje, segun los estoicos, es una de las principales virtudes del ser humano y pienso que deberíamos posicionarla por delante de los resultados en nuestra escala de valores, siempre y cuando tenga un propósito.
En resumen
El clásico “siempre debes irte quedando bien en todos sitios” no genera identidad propia, ni evita la opción de volver circunstancialmente a escenarios tóxicos por razones que no deberían ser determinantes, como por el ejemplo, el retorno económico a corto plazo o por nuestra condición humana de querer aferrarnos a algo.
Ser un bienqueda, no es quedar bien; casi siempre acabará al contrario.
En mi caso ha sido mano de santo y las mejores oportunidades tanto laborales como de crecimiento personal han llegado sin duda alguna tras cerrar ciclos y puertas, algunas con contundencia para evitar la tentación de volver a escenarios poco generativos.
Como dice Julio Basulto, nutricionista y escritor sin pelos en la lengua:
“A veces es necesario alejarse de ciertas personas para acercarse a uno mismo. Perderse a algunas personas para encontrarse a uno mismo. Y caer mal a algunas personas para caerse bien a uno mismo”.
Por nuestro crecimiento personal, por favor:
¡un portazo de vez en cuando!
1 comentario en «El PORTAZO COMO HERRAMIENTA DE CRECIMIENTO PERSONAL»
El irte siempre bien de los sitios atrofia la capacidad que tenemos de buscarnos la vida. Cuando damos un portazo y cerramos una puerta, pensamos que eliminamos opciones y oportunidades de nuestra vida, pero lo que realmente hacemos es aumentar nuestra capacidad de superación, adaptación a las circunstancias a la misma vez que nos alejamos de esa zona de confort para explorar nuevos horizontes.
Sé siempre tú mismo, pon un alto precio a tu dignidad y siempre marca límites en modo de triggers para decir no.